miércoles, 24 de octubre de 2007

"Si Dios viviera en la Tierra los hombres arrojarían piedras a sus ventanas." Proverbio Judío

No podía dormir... Así empezó todo: Pasaba las horas en mi cama, a oscuras, y no podía dormir. Cuando pasas varios días en duermevela todo se desdibuja, todo adquiere un valor distinto, los relojes se vuelven endemoniadamente lentos y tenes una percepción distinta de las cosas. Los cuervos del sueño revolotean alrededor y tratas de espantarlos, de esconderlos bajo la cama, pero no sirve.
Trate todos los medios imaginables: Me aprendí de memoria mi extensa biblioteca y fue peor, porque pasaba la noche rumiando algún pensamiento ajeno para no perderme en los míos y era lo mismo y ocupaba extensas superficies de neuronas con datos totalmente al pedo. Probé desde el vaso de leche tibia hasta aturdir mis sentidos con alcohol y, después, con una infusión de Passiflora caerulea que una vieja curandera correntina me había dado como remedio infalible contra el insomnio y también fue peor porque no era exactamente dormir, era un estado de semi-inconsciencia, con sueños andrajosos como murciélagos que se agitaban en cada intento de perderme en el sueño y me despertaban, y así transcurría cada noche, hasta la madrugada en que caía en un estado de no-sueño que hacia que no escuchara el despertador y llegara inevitablemente tarde a uno de mis trabajos, en la Facultad de Veterinaria...
Ya dije que el tiempo tenia otro valor? Que los relojes giraban mas lentos? Es increíble como en un viaje de cuarenta y cinco minutos (Ballester-Agronomía) uno puede ver desfilar su vida en sus aspectos mas negros y negativos... Quizás sea conveniente en este punto dar una breve descripción de mi persona orientado hacia quien me lee y no tuvo la desgracia de conocerme personalmente: Soy un desastre. Si, lo soy, y no precisamente porque yo lo haya querido o por rebeldía, así me salió. No tengo familia inmediata y estoy estúpidamente enamorado de una estúpida; La Maga, mi novena novia y mi décimo octava “relación” con el sexo opuesto, que desembarco en mi vida hace un año y medio, cuando yo comenzaba a padecer la mayoría de edad, decidida a complicarme la existencia y hacerla lo mas miserable posible contando para ello con la eficaz ayuda de sus progenitores y los de otras personas cercanas a mi. También cabe destacar que el hecho de ser huérfano no debiera ser importante a la tardía edad de veintidós años pero cuando los padres (especialmente: Las Madres) de todo tu entorno se dedicaron durante tu adolescencia a deducir que por no gozar de progenitores con vida tenes que ser, necesariamente, drogadicto, alcohólico, mujeriego, ladrón, timbero, vividor, obseso o, cuando menos, homosexual; comenzas a pensar que algo malo tiene que haber en vos, que no tenes a tu lado nada tan excelso como ellos para maleducarte ni destrozarte la autoestima y, de paso, les sirve a ellos de patético ejemplo de que “nosotros no tenemos esos problemas”, “eso pasa cuando no hay un adulto responsable que los guíe, pobres criaturas” y no nos olvidemos de lo practico que resultas para echar culpas cuando su hijo vuelve fumado y completamente borracho de madrugada y convierte la habitación y el baño en un espanto de vómitos y comidas a medio digerir merced a la mezcla etílica-cannabiodea. Es inútil explicar que su hijo y yo no estuvimos juntos esa noche, que salió con otra gente, que yo (en esa época) no conocía ni el olor de la marihuana y que mis escarceos con el alcohol no habían pasado de una lata o dos (225 cc por lata, contenido neto) de ANCTARTICA, una muy mala cerveza brasileña, en la escalinata de una pinturería de Ruta 8 los sábados a la noche, era en vano: Siempre era mi culpa, mas si su hijo tenia una hermana que alguna vez había sido medio novia mía y que, justamente por esos motivos había dejado de serlo.
Que hacer si pensar no te deja dormir? Terminas en un bar. No por el alcohol sino por la fauna, un paisaje urbano mas digno de un zoológico que de una ciudad, pero que tenia una abundante cuota de interés para quien quiere pensar de si mismo como un estudioso de la naturaleza humana en general y de la naturaleza femenina en particular.
Quien creen que se puede encontrar en un bar a las tres de mañana de un martes? Gente muy marginal: Dos “chicos de la calle” de no mas de seis o siete años durmiendo en la vereda, apretaditos por el frío, debajo de un cartón, frente al “blindex”, colectiveros, feriantes, panaderos, taxistas, buscas, cirujas, borrachos, punteros, fiolos, putas que besan con la pasión de un hermano, ladrones con corazones de héroes... Y estoy yo... Yo que no puedo dormir, que estoy mas solo que loco malo, que escribo lo que veo en una servilleta roñosa. Pero no cualquier bar... O si, cualquiera: Bar-Tolo, Bar Gloria, Puerto Arzeno, Prielo, El Urbión, Popeye, La Casa de Mi Abuela, Planeta Pirata, El Gallego, La Farola, El Oriente, Nastase, Hendrix Bar, Viejo Lobo, Mama Rock, El Argentino, Café del Tiempo, La Santa Maria, El Escandinavo, Graff Zeppelín, Pizza Boy (en sus tres locales) y otros cien o ciento cincuenta tugurios
La Maga y yo nos habíamos peleado de nuevo gracias a la estúpida imposición de horarios absurdos de sus padres y a la inesperada intervención de la Urraca, que después de un tiempo largo de dejarme en paz volvió al ataque diciéndole un montón de estupideces y mentiras a la madre de la Maga a quien apenas conocía (creo que era la segunda vez que se veían en sus vidas). Trate de explicarle a la Maga que no, que eran mentiras, que esa mujer sentía un odio viejo por mi, de la época que salía con su hija, pero no me creyó y nos peleamos. Últimamente era moneda corriente. Nos peleábamos, estábamos unos días sin vernos y a la semana o semana y media volvíamos a estar juntos, pero esta vez fue distinto: El calibre de la discusión fue alto y nos dijimos cosas horribles, esta vez parecía no tener arreglo.
No fui a clases y me senté en el “bar del pianito” (Bar Gloria) a unas pocas cuadras, a mitad de camino entre la escuela nocturna y la casa de la Maga. No entendía. Hice un listado de sus razones y de las mías y seguía sin entender: Tenia dos trabajos, estudiaba, hasta había accedido (a regañadientes) a cortarme el largo pelo lacio que, cuando empecé a salir con la Maga, me llegaba hasta la cintura. Todo para encajar en el modelo de mierda que tenían para novio de su hija.
Me volqué una cerveza de litro y estaba por pedir otra cuando llegaron Meche y Edith, dos compañeras de la nocturna con las que nos juntábamos a veces a estudiar en ese bar, después de clases y hasta que Meche tomara la guardia de medianoche como enfermera, enfrente, en el Hospital Castex. Me saludaron y se sentaron conmigo, desplegaron sus apuntes y empezaron a preguntarme que opinaba de Pichon Riviere, Piaget y otras boludeces de Psicología Social, una de las materias mas enfermas que teníamos en el Curso Humanístico. Pidieron un café y yo, otra Quilmes de litro, y entonces lo supieron.
Para cuando pedí la tercera juntaron sus papeles y fotocopias, me besaron y, sin decir una palabra, me dejaron solo.
Un rato después estaba sentado mirando fijamente mi vaso vacío tratando de decidir si pedir otra o irme a dormir, cuando Meche entro, surgida de la nada, se sentó al lado sonriendo y apoyo su mejilla sobre mi hombro. Pedí otra y nos quedamos así, en silencio, tomando vaso tras vaso de esa botella y la siguiente. De vez en cuando, yo pasaba el dorso de mi mano por su mejilla y ella ronroneaba, se apretaba mas contra mi hombro y seguíamos tomando.
En la calle nos besamos. Ella se separo despacito y me acaricio los labios
-Esta noche no- dijo, y se fue.
Fui a casa a intentar dormir y, por supuesto, no pude: Meche es hermosísima, de piel morena, cálida, curvas generosas, un cuerpo muy parecido al de la Maga solo que con pechos mas plenos y cintura mas definida. Tenia el pelo negro muy largo, lacio. De todas formas creo que lo que mas me atraía de ella es que era justo al reves que la Maga: veintitrés años, vivía sola, independiente, inteligente, segura de si misma. Sexualmente dispuesta y convencida de su belleza (aunque esto lo supe después).
Nos seguimos viendo en la escuela, escapándonos de clases, en el bar, en algún hotel y, finalmente, en su casa. Aprendí mucho con ella y fue, de entre mis mujeres, una de las pocas que me acepto como soy, sin fijarse en conveniencias familiares, sociales o económicas, sin que le importe una mierda lo que la gente pudiera pensar, sin exigir compromisos o cambios imposibles a cambio de unas migajas de cariño.
Durantes dos meses y medio, ella y yo cogimos alegremente, anduvimos juntos recorriendo caminos, disfrutando, aprendiendo uno del otro y entonces, volvió la Maga...
“Que te extraño. Que te amo, pero ahora no. Que no te creo y que mi mama dice...”
Yo no me había dado cuenta hasta que punto quería a esta tarada, ni de cuanta era mi necesidad de estar a su lado, de cuidarla, protegerla...
Pero la mentira, no. No era verdad lo que la Urraca le había dicho a su madre y, esta vez, no estaba dispuesto a dejarlo pasar. Fui a la casa de Chuck sabiendo que el no iba a estar, que a esa hora estaba en la facu. Me senté con ella y le hice frente, no se de donde saque el coraje pero le hice frente... Ella dijo que había sido un desgraciado malentendido, que la madre de la Maga había proyectado según sus conveniencias, que había entendido todo mal. La mire a los ojos y a cara de perro le pregunte si estaba dispuesta a repetir esas mismas palabras frente a la Maga. Vuelteo un poco pero fui implacable, no le deje salida y quedamos para el otro día a la tarde; y me fui a la escuela a encontrarme con Meche...
Al otro día, después de la oficina, me encontré con la Maga y rumbeamos para la casa de Chuck. La Urraca nos recibió, nos hizo sentar y empezó a hablar... Pero no decía lo que me había dicho a mi, no decía la verdad: Brincaba alrededor de ella y distraía el Quid de la cuestión relatando la historia de un pato (¿?) que su padre había matado cuando ella era chica. Presione un poco y se puso a llorar, me agarro la mano y me la apretó, pero tampoco repitió lo que me había dicho a mi y no tuve corazón para presionar mas. Nos fuimos. La Maga no estaba en absoluto convencida con la historia del pato y los cuchillos, pero creo que queria dejarse convencer... Antes de la esquina ya nos estábamos besando...
Se lo conté a Meche sintiéndome un pedacito de mierda. Yo sabia que sus cosas no andaban bien, que tenia problemas en el trabajo y que no le renovaban el contrato de alquiler. Se le empañaron los ojos, esos ojazos negros, y sonrió. Me empujo despacio por todo el living hasta un rincón sobre unos almohadones. Nos abrazamos fuerte y cogimos ahí, en el suelo, en medio de la habitación, del dolor y la desesperación... En medio de la frustración y la tristeza, sintiéndonos terriblemente desgraciados, cogimos hasta que no pudimos mas y nos abrazamos llorando. Después, a la madrugada, ella me pidió que me fuera...

Meche no volvió a la escuela y se mudo. La busque en su casa, en su trabajo y en el bar. Viaje hasta un pueblito ignoto, perdido en la inmensa geografia de la provincia de Buenos Aires donde sabia que tenia familia... Nunca la volví a ver ni a saber de ella...

jueves, 4 de octubre de 2007

“Cuéntame, Musa, la historia del hombre de muchos senderos, que anduvo errante muy mucho después de Troya sagrada asolar...”. La Odisea, Homero, Canto I


Bueno, en algo había progresado, pese a que mi vida seguía siendo un desastre en todo lo demás: Cuando hicieron el edificio nuevo para la Dirección donde yo trabajaba en la facu, fui beneficiado con un ascenso y una oficina propia en planta baja. Era chica, pero cómoda y yo la arme a mi gusto. Con Lucho y Ladra, dos de los técnicos, hicimos una conexión clandestina a la red (con el beneplácito de la Subsecretaria que había insistido pero no había logrado la autorización correspondiente y justo miro para otro lado) así que además de los tres teléfonos y el fax tenia acceso ilimitado a internet.
Estaba solo de nuevo, había echado también a Jime de mi vida, pero no estaba mal. Siempre me las arreglaba para uno rapidito o una mamada con Adriana en el deposito o en la sala de maquinas y un par de veces habíamos ido al telo de la calle Empedrado, pero ahora estaba con alguien y cada vez era mas difícil pegar un revolcón con ella. Con Janis no pasaba nada, aparecía y desaparecía según sus humores y sus ganas y yo no podía ni quería estar a su disposición así que no nos llamábamos mas. Como contrapartida la Maga y yo tuvimos un par de encuentros, aunque no me gustaba coger con ella: Era como una muñeca de trapo, tirada ahí, menos participativa que un mueble o un televisor, si lo hacia era porque no me parecía nada mal que el nuevo novio tuviera en la frente las mismas protuberancias que por su causa había tenido yo.
Tenia mucho trabajo y eso me ayudaba a no pensar demasiado. No habíamos terminado la mudanza del Hall Central al nuevo edificio, pese a que ya lo habían inaugurado y trabajábamos ahí, así que los sábados a la mañana también iba a la oficina. No me pagaban las horas extras pero servia para sumar francos compensatorios que me permitían seguir viajando por el país de vez en cuando.
Un miércoles, cae la Directora a mi oficina con una pendeja cordobesa de unos veintidós años: Alejandra. Estaba haciendo una pasantia en el Hospital Escuela, en la otra punta del campus y necesitaba acceso a Internet. La intranet del edificio nuevo se estaba configurando todavía así que no había servicio para el publico en el entrepiso por lo que me pidieron a mi si no le podía ceder unas horas a la semana mi computadora. No me gusto demasiado esa intromisión a mi privacidad pero acepte porque la piba me había caído simpática. Me sentía bueno y generoso.
Finalizaba el invierno y los días ya estaban muy lindos así que después de la oficina, los mas jóvenes de la facu nos juntábamos en el bar o en el parque o en la oficina de Monio a tomar mate o cerveza y a boludear. También fue en esos días que el Toro me dice un viernes:
-Vamos al Bar de Moe, esta noche?
-El bar de Moe? Que bar de Moe?
-Uno en Belgrano, le decimos así, pero se llama “El Escandinavo”, esta muy bueno, es tranqui, buena música, se llena de minitas que son un infierno y los dueños son de puta madre...
Así quedamos. Andaba con ganas de conocer algún bar nuevo, en los de siempre ya me estaba haciendo demasiado conocido y se hacia aburrido. No había mujeres nuevas que conocer y yo no perdía la esperanza de conocer alguna que realmente me diera vuelta y que valiera la pena conservar. (Nota mental: Los bares no son buenos lugares para conocer mujeres. Bueno: Para conocerlas si, para conservarlas no. No creo que nadie quiera una mujer a su lado por el resto de su vida a la que le costo menos de diez minutos llevar a la cama.)
Después de la oficina nos juntamos en el buffet a tomar unas cervezas el Toro, Thor, Peque, Monio, el Coyote y yo. Todos tenían algo programado así que no reclutamos a nadie mas. El Toro y yo nos fuimos a su casa con dos botellas de vino tinto que le había traído de regalo de mi ultimo viaje a Mendoza. No había nadie. Descorchamos los vinos y empezamos a tomar, era muy temprano para ir al bar y el Toro saco un tubito de plástico negro, de esos para los rollos de fotos y me pregunto si no me molestaba que fumara.
-Es tu casa- le dije -hace lo que se te de en la bolas
Pero la verdad es que pese a mi imagen de trasgresor, de tipo que esta de vuelta, de macho argentino experimentado yo no había incursionado ese campo todavía aunque mas de una madre me culpo a mi por las experiencias en ese terreno de sus hijos/as, así que pensé: “Tengo un cuarto de siglo, si no es ahora ya no va a suceder” y me prendí.
Si, si, si, es cierto: Me reí mucho, y me mire las manos, y descubrí imágenes sobreimpresas en objetos cotidianos, y me dio un hambre de mil demonios... Pero fuera de eso, de un dolor de cabeza que hubiese preferido evitar y de un gusto muy amargo en la boca no logre otras sensaciones.
Lo de la risa estuvo muy bien, soy un tipo que sonríe mucho (medio de costado, con un dejo amargo o irónico la mayoría de las veces, según mis allegados) pero que en muy contadas oportunidades larga al mundo una carcajada franca, una risa de verdad alegre, quizás porque no he tenido demasiados motivos para reír. Por eso justamente me molesto: Si me río, quiero saber de que y por que. De todas formas la experiencia me pareció positiva: En caso de necesitarlo, sabia que no era un viaje de ida ni nada tan terrible como lo pintaban, pero seguía prefiriendo un buen vino tinto, una cerveza fría o un revolcón con una mujer dispuesta.
Se hicieron las once y media de la noche y salimos, medio “puestos” entre el vino y el humo, y encaramos para el bar que estaba a unas pocas cuadras, en Olazábal y Ciudad de La Paz, en Belgrano.
“El Escandinavo” es un bar chico, angosto y largo, con la barra al fondo y un entrepiso donde hay mas mesas y están los baños. Los dueños, Göran (es sueco, se pronuncia Ioran) y Mariela (su esposa, Argentina, de Venado Tuerto) eran de lo mas macanudos, había dos camareras, una mas linda que la otra: Romy (pelirroja teñida, ojos azules, grandota, culona y tetona, llena de tatuajes) y la Rubia (rubia, como su nombre lo indica, mas chiquita, huesuda, estudiante de psicología y también muy linda) y toda una serie de personajes indescriptibles: Karnibal (que en ese momento estaba jugando Back-Gammon con Göran), el Vaca (exconvicto, actualmente cocinero), Kalvin Klein (asi, con “K”, solo los Dioses conocen el por que del apodo), el Bostero (hincha de boca, medio rolinga, puntero de faso, pendejo, feo como patada en los huevos), Maxi (un boludo, cocainómano, pasado de merca, pesado como pedo de elefante) y el Chino (rolinga también, cutis cetrino (negro, que le dicen), pelo largo, lacio, con flequillo, Fu-Man-Chu, como a todo rolinga corresponde). De fondo, en el bar sonaba Luca: “Rain fall down on me, rain, rain, rain, rain, rain, falling down on me, rain fall down on me, rain, rain, rain, rain, rain, falling down on me, fall on the trees and fall on the stones, fall on the earth and the old dry bones, rain falling all over the world, rain falling on the little boys and girls, rain fall down on me, rain, rain, rain rain, rain falling down on me, rain fall down on me…”.
Me mato, era justo la música que necesitaba escuchar para abandonarme, para dejar que las cosas transcurrieran, pasaran, independientes de mis deseos y de mis nostalgias y me senté a tomar cerveza con el Toro, a charlar con Göran, medio en ingles medio en castilla, que saco un tablero de ajedrez y me rompió el culo sistemáticamente con técnicas desconocidas como el “tenedor” y la “radiográfica” (que estaban muy lejos de la apertura “vasca” y la defensa “siciliana” que había aprendido con el Cejas y su padre) y es que: Que carajo puede hacer un sueco en los largos ocho meses de invierno (porque allá son ocho) mas que ir al “pub” a tomar vodka y a jugar juegos de mesa?
En fin, me sentía cómodo, como en casa (no se bien lo que es sentirse como en casa porque jamás tuve una, pero bien, tranquilo, relajado). Al cuarto mate que me dio Göran, el Vaca me apunta a una morocha que estaba en una mesa pegada a la barra sentada con una amiga y tenia unos ojazos rarísimos. No fui. Era nuevo en el bar y no quise ir, no quise enchastrarla de entrada, además estaba hablando con Göran, Romy y Mariela y me pareció mal cortar la conversación para eso, pero Mariela en una pausa me la señalo con la cabeza, como dándome permiso, así que la mire de frente y me sostuvo la mirada. Demasiado. Me senté con ellas y pedí otra cerveza. Alta, morocha, piel oscura, linda cara, tetas chicas pero bien formadas, muy buen culo, pelo lacio y largo teñido de un color imposible, medio rubio, medio gris, pero los ojos... Los ojos eran otra cosa, nunca había visto nada así: Además del tamaño inusualmente grandes tenían un color que variaba del verde al amarillo y tenia manchitas de un marrón muy suave en el iris, alrededor de la pupila que tampoco era negra. Me hizo pensar en la piel de un leopardo o de un jaguar. Valeria. La boca era de labios generosos, obscenos. A la mitad de mi cerveza ya nos estábamos besando. Cuando la termine fui a la barra como para pedir otra y en un aparte a Karnibal:
-Loco, donde hay un telo por acá?
Me miro sonriendo, me mostró el índice de la mano derecha y señalo a la calle
-No tenes mas que cruzar, justo enfrente
Volví a la mesa, la agarre de la mano y me la lleve. Fácil, muy fácil, demasiado para ser cierto... Pero lo era...
Vale cogía bien, rico, sin locuras, pero mucho y largo. Después del tercero nos dormimos y no escuchamos el final del turno. La acompañe a la parada de su colectivo y me fui a la oficina. Eran las ocho de la mañana y estaba bien, relajado, tranquilo como no lo había estado en meses, no por Valeria a quien sabia que probablemente no volvería a ver, sino por la situación, por el lugar, por la sensación de pertenencia y aceptación, sin preguntas ni planteos.
El sábado a la tarde llame al Toro y volví a ir. En el bar me saludaron como a un amigo de toda la vida y tuvieron la cortesía de no hacer comentarios al respecto (aunque todos sonreían de costado cuando creían que no los veía). Perdí tres partidas de ajedrez con Göran (este vikingo es increíble!!) y llego el Toro con un amigo: El Tigre, personaje imposible de describir, fachero, pelo largo como yo, pero medio rubio, alto y con un resorte en la cabeza que te impedía saber con que iba saltar después. En el bar te daban con la cerveza (de botella o tirada) un plato de maníes y otro de pochoclo salado que te daba una sed que ”te voglio a dire” y no paras de tomar. Íbamos por la cuarta o quinta cerveza (pagábamos por turnos sin que nadie dijera ni preguntara nada, como algo hablado y ensayado hasta el hartazgo). Al lado se sentaron tres mujeres bastante lindas, bastante en pedo y, a una seña del tigre, nos levantamos y desembarcamos en su mesa con los chops en la mano. Las pibas eran compañeras del secundario y se juntaban de vez en cuando a rememorar viejas épocas. Veintidós años. La que estaba al lado mío se llamaba Gisela, era linda, bajita, medio rellenita pero bien. Pelo negro, ojos del mismo color, buena cola y buenas tetas y, pese a ser medio gordita, buena cintura. Para la segunda ronda nos besamos y le tire de ir al telo. Acepto demasiado rápido, como si lo estuviera esperando desde hace bastante y me la lleve.
Gis no era muy buena en la cama, pero muy abierta, aceptaba de muy buen grado cualquier cosa que uno propusiera y tenia una maestría en oral que hacia que nunca me faltaran ganas de empezar otra vez. Me gusto bastante estar con ella y nos quedamos en el telo hasta las seis y media de la mañana.
El domingo quise volver a ir (se estaba convirtiendo en adicción) pero el Toro tenia otros planes así que fui solo.
Era temprano. Göran no estaba, los domingos no iba y me quede charlando con Mariela y Romy. Mariela se reía mucho y me empezó a decir “Tanite Castigattore” pero la corto cuando vio que no era esa la idea, que las mujeres eran un accidente, que era otra la historia. Me presento a una piba muy, pero muy rica, con unos ojos azules como pocas veces he visto (salvo con Romy y Laura) y muy simpática. Al rato de estar en la barra me la lleve a una mesa y seguimos charlando. Cuando estaba por besarla vi de costado que Mariela tenia una cara de lo mas angustiada y me frene, pero seguí charlando con ella. Era medio sobrina de Mariela, hija de una amiga o pariente y tenia la tierna edad de diecisiete añitos (nunca lo hubiera pensado) así que le perdone la vida. La flaquita (Sabrina) se me pegoteo y la verdad es que estaba muy linda pero no me daba para estar con una pendeja, ya estaba de vuelta de esas historias y me pareció que Mariela medio tenia o sentía la obligación de “cuidarla” así que me quede en el molde, la salude y me fui para la barra. Algo de todo esto debe haber sido así, porque me puso enfrente una cerveza de litro que yo no había pedido y me dijo que “la casa invita” con una sonrisa de lo mas sincera.
Me quede en la barra, tomando cerveza y charlando con ella y Romy toda la noche, hasta que cerraron, sin mujeres, pese a que después de Sabrina, se habían arrimado varias a la barra y alborotaron un poco alrededor.
Me fui a casa con una sensación desconocida, rara, agradable: Desde lo de Janis se había producido un gran vacío entre muchas de mis amistades y, al apartarme yo de los lugares que mas frecuentaba nos veíamos mucho menos con la mayoría lo que contribuía a que me sintiera mas solo y desgraciado que nunca.
Decidí ser egoísta y no mezclar el ganado: “El Escandinavo” iba a ser mío, un lugar que fuese para mi lo que “Puerto Arzeno” había sido en mi adolescencia (hasta que la paranoia de un político de mierda lo cerro) pero esta vez lo iba a compartir solo con los mas allegados, con los que valía la pena. Era para invitar solo algunas de mis amistades y para llevar solo algunas de mis relaciones (por supuesto sin contar las que se generaran ahí). Llegue a casa relajado y extrañamente contento y, solo los Dioses saben por que, en cuanto me acosté me dormí como un bendito durante doce horas. Había encontrado un lugar, una cucha para refugiarme...
Que no se me pidan explicaciones, solo cuento como pasaron las cosas.