“No contraigas matrimonio con ellas, no des tus hijas a sus hijos ni tomes sus hijas para tus hijos” Deuteronomio 7/3-4.
Ahí estaba de nuevo... Yo, en un bar cualquiera, esperando a Caro. Ya sabia lo que iba a pasar, no al pedo había pasado por lo mismo tantas veces. Creo que a toda mujer le llega el momento, cuando su situación social o económica mejora y cuando el cambio de década en su edad se acerca inexorablemente, el pánico da lugar al Síndrome De La Casita Blanca En La Colina y así fue... Mi belleza pelirroja me cito en un bar cualquiera para hablar... De que mierda querrá hablar si ayer tuvimos una maratón sexual que duro hasta las cuatro y media de la mañana? En fin, fue bueno mientras duro... Y mientras pensaba todas estas boludeces, me fumaba el cuarto cigarrillo y miraba la botella de Quilmes que ya andaba dos tercios por debajo de su medida de fabrica, veo entre el humo que salía del cenicero que la morocha que estaba sentada al lado de la puerta no me sacaba los ojos de encima... No me acuerdo de ella pero me miraba como si conociéramos y ya me estaba por arrimar a su mesa cuando llega Caro con una cara de pasto que daba pena y un temblor en las manos que parecía tener Mal de Parkinson: “Tenemos que hablar...”; “Cagamos” pensé... Y fue así nomás: El rosario de reproches, en voz lo suficientemente alta como para que la escuche el kiosquero de la esquina, no por nada era mezzo-soprano en “Drácula” y creo que justamente eso nos cago la historia porque mientras bailaba y cantaba con “The Performers” y hacia obras de Shakeaspare en ingles adaptadas para los hijos de los cogotudos que van a colegios caros y bilingües, cobraba dos con cincuenta y nunca le importaron las cosas que reclamaba y que fueron las que nos pusieron juntos en primer lugar... Así que se lo dije, le dije eso, que su cambio salarial, que su cumpleaños numero treinta y que... Y por arriba de su hombro veo que la morocha de al lado de la puerta me sigue mirando y remeda las poses, gestos y hasta los tics de Caro, riéndose de ella con una soltura que me dio risa a mi y, por supuesto, mi jocosidad fue estruendosamente saludada con un cachetazo que me dio vuelta la cara y con un furioso menear de culo al salir corriendo del bar... Pasado el asombro, la flaca se saco las manos de los ojos y me miro y nos entramos a reír como alienados mentales... Pasar a su mesa y pedir otra cerveza para mi y un gin-tonic para ella fue el acto mas natural y menos programado que había hecho en meses...
Florencia, Flor para los amigos. Alta, de huesos grandes, plana como una mesa por delante y con un culo a prueba de balas por detrás. Pelo negro, ojos negros y enOOrmes, muy pintados, tipo Gothic. Intelectualmente avanzada para sus veintitrés años, había leído mucho. No, no nos conocíamos...
En el telo, mientras ella dormía no podía dejar de darle vueltas al asunto: Donde esta la trampa? No puede haber salido tan bien y sin planearlo. Flor tenia tal capacidad de orgasmos y humedades como para regar Plaza Francia y hacer que el pasto crezca, que por un momento pensé en agarrar el celular y llamar a La Maga para reprocharle sus frigideces, pero no valía la pena: Nuestra historia estaba muerta y enterrada...
Tres tatuajes: En el hombro un Tetragrámaton, cosa que me sorprendió porque siendo judía de familia ortodoxa no debería tener tatuajes y mucho menos escribir Yod-He-Vav-He, en la cintura un tribal entremezclado con caracteres que me parecieron hebraicos también y, en el tobillo una caricatura de Hitler con una especie de pepino enorme metido en el culo que me hizo reír como un endemoniado justo cuando, estando cara a cara, sus tobillos estaban apoyados sobre mis hombros y no era momento para reírse...
Tres días después, un miércoles, Melisa entra a la oficina y me dice que me buscan en el recibidor, yo estaba medio resacoso (había estado con Janis la noche anterior y había terminado como siempre: Con el cuerpo destrozado por el revolcón y en pedo para olvidarla) y me encuentro con Flor con una sonrisa de oreja a oreja, me pone algo en la mano, me planta un beso en la boca, me dice bajito: ”Te espero en el parque” y se va...
Me hago el olímpico boludo, no miro a nadie, entro a la oficina donde Melisa me miraba como con ganas de tirarme en la cabeza el café que me estaba sirviendo y me siento en mi escritorio. Abro el paquete: Falafel, una especie de pan árabe relleno de bolitas de garbanzos, pepinitos en vinagre, salsa con hierbas... En una palabra: Kosher.... Muy rico. Yo sabia que trabajaba en un delivery de comidas kosher de Once, cerca de su casa, un trabajo cómodo que le habían conseguido los padres para que haga algo y se haga responsable y Flor, en total armonía con su espíritu rebelde, no entregaba ni la mitad de los pedidos y siempre dejaba a alguna matrona sin su leicaj para regalárselo a algún chico de la calle o para quedárselo ella. Salgo de la oficina y tenia que ir a rendir un parcial de microbiología, se lo digo y ella me manotea la entrepierna y me dice “anda, volve rápido, te espero...” Veinte minutos después estábamos teniendo sexo en la Plaza Seca de la Facultad de Veterinaria y el busto de Pasteur me miraba no se si con envidia, con divertida condescendencia o con desaprobadora furia.
El parcial? Fue la mejor nota que me saque ese cuatrimestre...
Nos seguimos viendo. Ella no me dijo nunca su dirección ni su teléfono, ni yo se los pedí. Seguía apareciéndose así, de improviso, de lunes a jueves. Me empezó a intrigar que hacia los fines de semana y cada vez las mismas evasivas, así que, por supuesto, yo seguí viviendo mi vida como siempre: enredado con otras mujeres pero sin permitirle el menor atisbo acerca de eso. Quid pro quo. Entonces, lo inevitable, la primera pelea: Me vio un día que había acompañado a Laura al teatro, en el subte... Flor sabia que yo estaba con otras mujeres y que nuestra relación era informal y se lo recordé y le dije que si ella podía ser reservada sobre lo que hacia cuando no estábamos juntos yo esgrimía el mismo derecho y maldito el momento en que abrí la boca: Me invito a la casa.
La madre era muy joven, unos cuarenta y dos años, fumaba Chestterfields a cuatro motores y era de lo mas macanuda, pero mi experiencia con La Maga, Nun, Janis y las demás me había enseñado a no confiar demasiado en las intenciones de las madres. El padre era una especie de momia que debía tener como ochenta años y era un judío de esos de sombrero, rulitos y barba que en cuanto me lo presentaron me miro el pelo hasta media espalda, dijo algo en Yiddish (que a mi me sonó a puteada), se dio vuelta y se fue... La madre era otra cosa. Judía de muchas generaciones, pero mas joven, artista, medio progre, hacia unas esculturas rarísimas pero de muy buen gusto en pate verre, que no es otra cosa que vidrio molido de viejas botellas... Estuvimos hablando y fumando un buen rato. Ella me sondeaba y yo me dejaba, un poquito, y Flor, que se aburría muchísimo, me empezó a toquetear por debajo del mantel. La madre, Mirtha, estaba medio encantada conmigo, sabia que era goim y por eso no entendía que yo supiera tanto de la Tora, que a fin de cuentas no es otra cosa que la primera parte de la Biblia que aprendí en catecismo y para metermela del todo en el bolsillo le hable del Shemot y de la primera palabra: Berechit, desplegando una serie de conocimientos sobre el tema que la sorprendió.
Ahí se aflojo del todo, se levanto y fue a buscar una botellita de oporto para convidarme un vaso. Yo no me podía levantar porque con el franeleo de Flor tenia una erección digna de una película porno y se notaba. Mucho... Cuando Mirtha volvió con los vasos, la mire a los ojos y le largue: Le hayyim!!! y me lo tome de un trago. Le hayyim!!! gritaron las dos como posesas y se tomaron los suyos.
Cuando fuimos hasta la puerta, me juro que iba a hablar con el padre de Flor, que iba a solucionar todo. Yo, la verdad, no entendía un carajo, pero le agradecí cortésmente... En el taxi, Flor me miraba no se si divertida, encantada o una mezcla de ambos y me pregunto como sabia todo eso, así que le conté un poco, no mucho, de mi infancia en el Colegio Agustiniano y como los curas nos descerebraban con teología, hebreo, griego y latín, con paranoias antisemitas sobre complots económicos judíos, le conté otro poco de mi enfermedad por la lectura y mi memoria y... Se puso a llorar... Yo a estas alturas ya no entendía un carajo de verdad, se bajo en un semáforo y se fue. Unos días después se apareció en la oficina de nuevo. Nos fuimos derecho al telo que esta en la calle Empedrado, a la vuelta de la facu.... Muy bien... Conservadora en el sexo: No logre que usara la boca, “Solo la via normal”, pero abundante, y no necesite de otras cosas por lo pronto...
Cuando se iba, me dijo que su mama quería que vaya a “tomar el te” al otro día y, por supuesto, fui...
El viejo no estaba. Mirtha estaba con otra mina de su misma edad, poco mas o menos, que no me presentaron y que me miraba raro. A estas alturas yo ya había aprendido que no tenia que besarlas ni darles la mano y que se las saludaba con una leve inclinación de cabeza. Al rato de hablar boludeces sin importancia, Flor se retiro discretamente y Mirtha me lo largo: Que bueno, que estaba bien, que había hablado con el papa y habían decidido que mientras yo “resolvía mi situación” (¿?) podía verme con Flor, que por supuesto eso excluía salidas durante y en vísperas del sabath y otras fiestas. No entendí mucho pero le respondí que bueno, que por mi, encantado. Salude, busque a Flor y nos fuimos.
Le pregunte que mierda quería decir todo eso y ella me explico que, para vivir tranquila y poder verse conmigo sin que la jodan mas de la cuenta les había dicho que nos queríamos mucho y que pensábamos formalizar en breve: “Si a vos te sirve, por mi muy bien..”.
Así fue que me dedique a ella de modo exclusivo un tiempo. Corte con Laura (que también era hija de judío y católica extremista: Me cago en la mezcolanza!!!), deje de llamar a Janis y no le conteste mas lo llamados... Seguí jugando con Melisa en la oficina, pero eso no era sexo: Era flirteo (histeriqueo, franela, que le dicen)...
Iba los lunes a la casa, charlaba con Mirtha, tomábamos te con unos simpáticos pastelitos de miel –siempre tenia alguna delicia gastronómica kosher para sorprenderme, desde los dulces hasta el pastron- y después nos íbamos por ahí. El viejo ni aportaba, se limitaba a mirarme de lejos a la pasada y desaparecía. Todo era normal hasta el jueves y se interrumpía el viernes hasta el otro lunes y así anduvimos unos dos, casi tres meses, a entera satisfacción de las partes. En el proceso, yo había empezado a querer a Flor pese a sus cosas raras, sus rayes y sus contradicciones, y había empezado a sentirme casi cómodo hasta que, un lunes, en vez de Mirtha, me estaba esperando el viejo con dos tipos mas de la colectividad. Todos muy solemnes. Y se armo: Flor no quería dejarme solo con ellos, medio discutieron pero se termino quedando, los viejos me dijeron que ya había pasado tiempo y que no veían por mi parte ninguna intención de adelantar las cosas. Yo no entendía muy bien y la mire a Flor, que estaba con la cabeza baja y, creo que llorando, así que les pregunte que era lo que querían decir... Lo siguiente que supe fue que estaba como a tres cuadras de ahí, riéndome solo a carcajadas y Flor corriendo detrás mío y llamándome. Frene... La muy rayada le había dicho a los padres que yo me iba a “convertir” para poder formalizar nuestra relación y, por supuesto, yo no iba a cortar mi pito, mi pobrecito pito, para hacerme judío y, mucho menos me iba a casar con ella ni con ninguna otra. Nos fuimos a un telo, pero ya empezaron los problemas: “Que si no me queres, que si no harías ese sacrificio por mi, bla, bla...” y yo: “Que si, que te quiero pero también quiero a un montón de gente y ninguno me pide que me mutile el pito ni deje de comer cerdo para ser mi amigo, mi hermano o mi novia; que yo no creo en dios y que no me gustan las mentiras, que no tengo ningún apuro por casarme ni por formalizar nada, bla, bla, bla...” Se fue furiosa. Desapareció... Unos días... En el telo de la calle Olazábal, una semana después, me contó que les había tenido que prometer a los padres que no nos íbamos a ver nunca mas para salvarse de que la manden a Israel a un kibbutz, a estudiar, trabajar y a hacer el servicio militar, que allá lo hacen todos, hombres y mujeres... En fin, nada nuevo para mi: Otra relación a escondidas, estuve a punto de mandarla a la mierda, pero me quede, no se por que, pero me quede...
La cosa mas o menos marcho unas semanas, pero a mi ya se me había enfriado el entusiasmo, no me gustaba tener que estar a las vueltas para poder vernos un rato y ella estaba medio paranoica, ya no quería venir a la oficina porque conocía a muchos estudiantes y docentes que eran de la colectividad y nos podían ver y, al final así fue... Nos vio no se si un primo de ella o de Mirtha en Parque los Andes, frotándonos como perros en celo, y paso el dato a la familia. La echaron de la casa y la dieron por muerta, taparon los espejos (no creí que esa costumbre se podía seguir observando a dos pasos de nuestro tercer milenio... Y ellos van por el quinto!!!) y se prohibió a la familia nombrarla.
Flor se fue a vivir a una pieza en San Telmo, yo la ayudaba un poco en lo que podía, pero la gran rebelde, la chica independiente, la bohemia, empezó a extrañar la heladera llena, la televisión y la vida cómoda y, un domingo a medio día, cuando hacia justo cuatro meses que nos habíamos conocido, me dijo que se había arreglado con la mama y que volvía a casa... Me di vuelta para irme, me agarro, grito, lloro, me cogió contra el placard, me tiro a la cama y me dio una jineteada de las buenas... Cuando se durmió salí despacito, y me fui caminando por Humberto 1º, entre a un barcito y pedí una cerveza... Agarre el celular para llamar a Janis y estuve mirándolo sin decidirme... Al final lo guarde, me empecé a reír y llame al mozo: Pedí otra cerveza y un sándwich de jamón crudo...
Ahí estaba de nuevo... Yo, en un bar cualquiera, esperando a Caro. Ya sabia lo que iba a pasar, no al pedo había pasado por lo mismo tantas veces. Creo que a toda mujer le llega el momento, cuando su situación social o económica mejora y cuando el cambio de década en su edad se acerca inexorablemente, el pánico da lugar al Síndrome De La Casita Blanca En La Colina y así fue... Mi belleza pelirroja me cito en un bar cualquiera para hablar... De que mierda querrá hablar si ayer tuvimos una maratón sexual que duro hasta las cuatro y media de la mañana? En fin, fue bueno mientras duro... Y mientras pensaba todas estas boludeces, me fumaba el cuarto cigarrillo y miraba la botella de Quilmes que ya andaba dos tercios por debajo de su medida de fabrica, veo entre el humo que salía del cenicero que la morocha que estaba sentada al lado de la puerta no me sacaba los ojos de encima... No me acuerdo de ella pero me miraba como si conociéramos y ya me estaba por arrimar a su mesa cuando llega Caro con una cara de pasto que daba pena y un temblor en las manos que parecía tener Mal de Parkinson: “Tenemos que hablar...”; “Cagamos” pensé... Y fue así nomás: El rosario de reproches, en voz lo suficientemente alta como para que la escuche el kiosquero de la esquina, no por nada era mezzo-soprano en “Drácula” y creo que justamente eso nos cago la historia porque mientras bailaba y cantaba con “The Performers” y hacia obras de Shakeaspare en ingles adaptadas para los hijos de los cogotudos que van a colegios caros y bilingües, cobraba dos con cincuenta y nunca le importaron las cosas que reclamaba y que fueron las que nos pusieron juntos en primer lugar... Así que se lo dije, le dije eso, que su cambio salarial, que su cumpleaños numero treinta y que... Y por arriba de su hombro veo que la morocha de al lado de la puerta me sigue mirando y remeda las poses, gestos y hasta los tics de Caro, riéndose de ella con una soltura que me dio risa a mi y, por supuesto, mi jocosidad fue estruendosamente saludada con un cachetazo que me dio vuelta la cara y con un furioso menear de culo al salir corriendo del bar... Pasado el asombro, la flaca se saco las manos de los ojos y me miro y nos entramos a reír como alienados mentales... Pasar a su mesa y pedir otra cerveza para mi y un gin-tonic para ella fue el acto mas natural y menos programado que había hecho en meses...
Florencia, Flor para los amigos. Alta, de huesos grandes, plana como una mesa por delante y con un culo a prueba de balas por detrás. Pelo negro, ojos negros y enOOrmes, muy pintados, tipo Gothic. Intelectualmente avanzada para sus veintitrés años, había leído mucho. No, no nos conocíamos...
En el telo, mientras ella dormía no podía dejar de darle vueltas al asunto: Donde esta la trampa? No puede haber salido tan bien y sin planearlo. Flor tenia tal capacidad de orgasmos y humedades como para regar Plaza Francia y hacer que el pasto crezca, que por un momento pensé en agarrar el celular y llamar a La Maga para reprocharle sus frigideces, pero no valía la pena: Nuestra historia estaba muerta y enterrada...
Tres tatuajes: En el hombro un Tetragrámaton, cosa que me sorprendió porque siendo judía de familia ortodoxa no debería tener tatuajes y mucho menos escribir Yod-He-Vav-He, en la cintura un tribal entremezclado con caracteres que me parecieron hebraicos también y, en el tobillo una caricatura de Hitler con una especie de pepino enorme metido en el culo que me hizo reír como un endemoniado justo cuando, estando cara a cara, sus tobillos estaban apoyados sobre mis hombros y no era momento para reírse...
Tres días después, un miércoles, Melisa entra a la oficina y me dice que me buscan en el recibidor, yo estaba medio resacoso (había estado con Janis la noche anterior y había terminado como siempre: Con el cuerpo destrozado por el revolcón y en pedo para olvidarla) y me encuentro con Flor con una sonrisa de oreja a oreja, me pone algo en la mano, me planta un beso en la boca, me dice bajito: ”Te espero en el parque” y se va...
Me hago el olímpico boludo, no miro a nadie, entro a la oficina donde Melisa me miraba como con ganas de tirarme en la cabeza el café que me estaba sirviendo y me siento en mi escritorio. Abro el paquete: Falafel, una especie de pan árabe relleno de bolitas de garbanzos, pepinitos en vinagre, salsa con hierbas... En una palabra: Kosher.... Muy rico. Yo sabia que trabajaba en un delivery de comidas kosher de Once, cerca de su casa, un trabajo cómodo que le habían conseguido los padres para que haga algo y se haga responsable y Flor, en total armonía con su espíritu rebelde, no entregaba ni la mitad de los pedidos y siempre dejaba a alguna matrona sin su leicaj para regalárselo a algún chico de la calle o para quedárselo ella. Salgo de la oficina y tenia que ir a rendir un parcial de microbiología, se lo digo y ella me manotea la entrepierna y me dice “anda, volve rápido, te espero...” Veinte minutos después estábamos teniendo sexo en la Plaza Seca de la Facultad de Veterinaria y el busto de Pasteur me miraba no se si con envidia, con divertida condescendencia o con desaprobadora furia.
El parcial? Fue la mejor nota que me saque ese cuatrimestre...
Nos seguimos viendo. Ella no me dijo nunca su dirección ni su teléfono, ni yo se los pedí. Seguía apareciéndose así, de improviso, de lunes a jueves. Me empezó a intrigar que hacia los fines de semana y cada vez las mismas evasivas, así que, por supuesto, yo seguí viviendo mi vida como siempre: enredado con otras mujeres pero sin permitirle el menor atisbo acerca de eso. Quid pro quo. Entonces, lo inevitable, la primera pelea: Me vio un día que había acompañado a Laura al teatro, en el subte... Flor sabia que yo estaba con otras mujeres y que nuestra relación era informal y se lo recordé y le dije que si ella podía ser reservada sobre lo que hacia cuando no estábamos juntos yo esgrimía el mismo derecho y maldito el momento en que abrí la boca: Me invito a la casa.
La madre era muy joven, unos cuarenta y dos años, fumaba Chestterfields a cuatro motores y era de lo mas macanuda, pero mi experiencia con La Maga, Nun, Janis y las demás me había enseñado a no confiar demasiado en las intenciones de las madres. El padre era una especie de momia que debía tener como ochenta años y era un judío de esos de sombrero, rulitos y barba que en cuanto me lo presentaron me miro el pelo hasta media espalda, dijo algo en Yiddish (que a mi me sonó a puteada), se dio vuelta y se fue... La madre era otra cosa. Judía de muchas generaciones, pero mas joven, artista, medio progre, hacia unas esculturas rarísimas pero de muy buen gusto en pate verre, que no es otra cosa que vidrio molido de viejas botellas... Estuvimos hablando y fumando un buen rato. Ella me sondeaba y yo me dejaba, un poquito, y Flor, que se aburría muchísimo, me empezó a toquetear por debajo del mantel. La madre, Mirtha, estaba medio encantada conmigo, sabia que era goim y por eso no entendía que yo supiera tanto de la Tora, que a fin de cuentas no es otra cosa que la primera parte de la Biblia que aprendí en catecismo y para metermela del todo en el bolsillo le hable del Shemot y de la primera palabra: Berechit, desplegando una serie de conocimientos sobre el tema que la sorprendió.
Ahí se aflojo del todo, se levanto y fue a buscar una botellita de oporto para convidarme un vaso. Yo no me podía levantar porque con el franeleo de Flor tenia una erección digna de una película porno y se notaba. Mucho... Cuando Mirtha volvió con los vasos, la mire a los ojos y le largue: Le hayyim!!! y me lo tome de un trago. Le hayyim!!! gritaron las dos como posesas y se tomaron los suyos.
Cuando fuimos hasta la puerta, me juro que iba a hablar con el padre de Flor, que iba a solucionar todo. Yo, la verdad, no entendía un carajo, pero le agradecí cortésmente... En el taxi, Flor me miraba no se si divertida, encantada o una mezcla de ambos y me pregunto como sabia todo eso, así que le conté un poco, no mucho, de mi infancia en el Colegio Agustiniano y como los curas nos descerebraban con teología, hebreo, griego y latín, con paranoias antisemitas sobre complots económicos judíos, le conté otro poco de mi enfermedad por la lectura y mi memoria y... Se puso a llorar... Yo a estas alturas ya no entendía un carajo de verdad, se bajo en un semáforo y se fue. Unos días después se apareció en la oficina de nuevo. Nos fuimos derecho al telo que esta en la calle Empedrado, a la vuelta de la facu.... Muy bien... Conservadora en el sexo: No logre que usara la boca, “Solo la via normal”, pero abundante, y no necesite de otras cosas por lo pronto...
Cuando se iba, me dijo que su mama quería que vaya a “tomar el te” al otro día y, por supuesto, fui...
El viejo no estaba. Mirtha estaba con otra mina de su misma edad, poco mas o menos, que no me presentaron y que me miraba raro. A estas alturas yo ya había aprendido que no tenia que besarlas ni darles la mano y que se las saludaba con una leve inclinación de cabeza. Al rato de hablar boludeces sin importancia, Flor se retiro discretamente y Mirtha me lo largo: Que bueno, que estaba bien, que había hablado con el papa y habían decidido que mientras yo “resolvía mi situación” (¿?) podía verme con Flor, que por supuesto eso excluía salidas durante y en vísperas del sabath y otras fiestas. No entendí mucho pero le respondí que bueno, que por mi, encantado. Salude, busque a Flor y nos fuimos.
Le pregunte que mierda quería decir todo eso y ella me explico que, para vivir tranquila y poder verse conmigo sin que la jodan mas de la cuenta les había dicho que nos queríamos mucho y que pensábamos formalizar en breve: “Si a vos te sirve, por mi muy bien..”.
Así fue que me dedique a ella de modo exclusivo un tiempo. Corte con Laura (que también era hija de judío y católica extremista: Me cago en la mezcolanza!!!), deje de llamar a Janis y no le conteste mas lo llamados... Seguí jugando con Melisa en la oficina, pero eso no era sexo: Era flirteo (histeriqueo, franela, que le dicen)...
Iba los lunes a la casa, charlaba con Mirtha, tomábamos te con unos simpáticos pastelitos de miel –siempre tenia alguna delicia gastronómica kosher para sorprenderme, desde los dulces hasta el pastron- y después nos íbamos por ahí. El viejo ni aportaba, se limitaba a mirarme de lejos a la pasada y desaparecía. Todo era normal hasta el jueves y se interrumpía el viernes hasta el otro lunes y así anduvimos unos dos, casi tres meses, a entera satisfacción de las partes. En el proceso, yo había empezado a querer a Flor pese a sus cosas raras, sus rayes y sus contradicciones, y había empezado a sentirme casi cómodo hasta que, un lunes, en vez de Mirtha, me estaba esperando el viejo con dos tipos mas de la colectividad. Todos muy solemnes. Y se armo: Flor no quería dejarme solo con ellos, medio discutieron pero se termino quedando, los viejos me dijeron que ya había pasado tiempo y que no veían por mi parte ninguna intención de adelantar las cosas. Yo no entendía muy bien y la mire a Flor, que estaba con la cabeza baja y, creo que llorando, así que les pregunte que era lo que querían decir... Lo siguiente que supe fue que estaba como a tres cuadras de ahí, riéndome solo a carcajadas y Flor corriendo detrás mío y llamándome. Frene... La muy rayada le había dicho a los padres que yo me iba a “convertir” para poder formalizar nuestra relación y, por supuesto, yo no iba a cortar mi pito, mi pobrecito pito, para hacerme judío y, mucho menos me iba a casar con ella ni con ninguna otra. Nos fuimos a un telo, pero ya empezaron los problemas: “Que si no me queres, que si no harías ese sacrificio por mi, bla, bla...” y yo: “Que si, que te quiero pero también quiero a un montón de gente y ninguno me pide que me mutile el pito ni deje de comer cerdo para ser mi amigo, mi hermano o mi novia; que yo no creo en dios y que no me gustan las mentiras, que no tengo ningún apuro por casarme ni por formalizar nada, bla, bla, bla...” Se fue furiosa. Desapareció... Unos días... En el telo de la calle Olazábal, una semana después, me contó que les había tenido que prometer a los padres que no nos íbamos a ver nunca mas para salvarse de que la manden a Israel a un kibbutz, a estudiar, trabajar y a hacer el servicio militar, que allá lo hacen todos, hombres y mujeres... En fin, nada nuevo para mi: Otra relación a escondidas, estuve a punto de mandarla a la mierda, pero me quede, no se por que, pero me quede...
La cosa mas o menos marcho unas semanas, pero a mi ya se me había enfriado el entusiasmo, no me gustaba tener que estar a las vueltas para poder vernos un rato y ella estaba medio paranoica, ya no quería venir a la oficina porque conocía a muchos estudiantes y docentes que eran de la colectividad y nos podían ver y, al final así fue... Nos vio no se si un primo de ella o de Mirtha en Parque los Andes, frotándonos como perros en celo, y paso el dato a la familia. La echaron de la casa y la dieron por muerta, taparon los espejos (no creí que esa costumbre se podía seguir observando a dos pasos de nuestro tercer milenio... Y ellos van por el quinto!!!) y se prohibió a la familia nombrarla.
Flor se fue a vivir a una pieza en San Telmo, yo la ayudaba un poco en lo que podía, pero la gran rebelde, la chica independiente, la bohemia, empezó a extrañar la heladera llena, la televisión y la vida cómoda y, un domingo a medio día, cuando hacia justo cuatro meses que nos habíamos conocido, me dijo que se había arreglado con la mama y que volvía a casa... Me di vuelta para irme, me agarro, grito, lloro, me cogió contra el placard, me tiro a la cama y me dio una jineteada de las buenas... Cuando se durmió salí despacito, y me fui caminando por Humberto 1º, entre a un barcito y pedí una cerveza... Agarre el celular para llamar a Janis y estuve mirándolo sin decidirme... Al final lo guarde, me empecé a reír y llame al mozo: Pedí otra cerveza y un sándwich de jamón crudo...
4 comentarios:
Muy bueno, Sapito... Vas a publicar en el blog todos los capitulos? Te quiero mucho. Maru
Hola, Sapo, despues de tanto tiempo... No se si estoy muy feliz con tu libro, es divertido cuando hablas de los demas, pero no cuando me toca a mi... Sabes, todavia te quiero, BB... Pauly
ESPERO LA PUBLICACION...Escribis muy bien Antuco!!!
Como te debes estar cagando de risa, Hijo de puta!!!! Jajajajajaa... Y bueno, a la distancia yo tambien me rio... En ese momento... una cagada...
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