“Veras que todo es mentira, veras que nada es amor, que al mundo nada le importa, yira, yira...” Enrique Santos Discepolo “Yira-Yira”
Estaba bastante cagado, no de morirme, pero si de quedar mal, con parálisis o medio incapacitado... Cuando me desperté, con ese gusto a perro muerto en la boca, y en medio de esa luz blanca, aséptica, espantosa, que reina en nuestros hospitales y clínicas, pensé: “Bueno, Tano, hasta aquí llegaste... Jodete, eso te pasa por querer bailar con la Parca pensando que sos especial, que a vos no te va a llevar”. Hacia un tiempo largo que estaba despierto, o eso me parecía, y no venia nadie, así que corte por lo sano, me saque la aguja de suero del brazo ahogando una puteada, la de dopamina que tenia en el dorso de la mano izquierda, el sensor que tenia en el índice de la misma mano, la faja del tensiometro del brazo derecho, los electrodos del pecho y me levante, pero estaba en bolas, así que agarre una toalla del baño y me la puse en la cintura, porque no pude encontrar mi ropa, y cole para el pasillo. Ya estaba llegando al fondo, hacia los ascensores y la calle, cuando una enfermera enorme, gorda y muy culona grito, me agarro del brazo y me llevo de vuelta a la habitación, y me largo un sermón de media hora acerca de mi salud y del trabajo abnegado de los médicos y enfermeras del hospital, bla, bla, bla... Falto que me tire de las orejas como a crío chico. Pero de lo que me pasaba y de porque me mantenían internado, ni una palabra. Me moría de ganas de fumar un cigarrillo y no venia nadie, ni médicos, ni parientes, ni amigos, ni enfermeras, ni mucamas y ya me estaba por ir a la mierda de nuevo cuando llega Guille.
Guillermo es mi medico, nos conocemos hace algo mas de un año y medio y nos tenemos mutua simpatía, pero venia con una cara de orto que “te voglio a dire”. Me dice que tuve un cuadro de descompensación en el sistema hemodinámico, que estoy muy por debajo de mi peso corporal aconsejable, que no tengo sangre, que se parece mas bien a un suero salino que a sangre de verdad (menos mal que no se parece mas al contenido de una barrica!!!), me recago a pedos por haber donado mas de seis veces en el ultimo año (yo lo hacia porque era un modo conveniente de saber que no tenia “el bicho” ni hepatitis y de paso le servia a alguien mas), que no podía ser que, a mi edad, me pasara eso salvo que no durmiera nunca y que hiciera esfuerzos desmedidos y que no era el caso porque sabia que yo era funcionario publico (parásito, que le dicen). Ahí fue donde me entere que el momento del orgasmo equivale para un varón a subir corriendo tres pisos por la escalera... Bien: Multipliquémoslo... Es mucho. Guille se empieza a reír (no se si no será un poco de envidia benigna) pero me dice que: “..dieta sin sal, medio paquete de cigarrillos al día, nada de café, no mas de dos o tres vasos de alcohol a la semana y en cuanto al sexo, vamos a hacer una prueba que requiere de diez días de abstinencia como mínimo”. Lo miro y le digo: “Por que no me das cianuro y te dejas de joder? No trasnochar, no fumar, no tomar, no coger... Matame, boludo”; pero se mantiene inflexible y amenaza con no darme el alta. Así y todo, me deja un Camel escondido en un anotador que me regala junto a un lápiz. Siempre le gustaron los garabatos que dibujo y las porquerías que escribo... Un fierro el Guille...
Pasan seis días y no me dejan ir. Todos los días, Guille me dejaba un pucho a escondidas y yo me fumaba la mitad después de almorzar y la otra mitad después de cenar, en cuanto a la prueba, la segunda mañana me levante con la sabana manchada como cuando era pendejo y, sin que pudiera evitarlo, me pasaba lo mismo día por medio. Pese a que me drogaban continuamente seguía sin poder dormir y, cuando lograba una media hora de duermevela, tenia unos sueños rarísimos, sensuales, densos. Al final me dan el alta y Guille me dice que me tengo que hacer controles semanales y que mi presión mínima esta peligrosamente cerca de mi presión máxima, que tengo un déficit linfocitario y plaquetas inexistentes, anemia y no se cuantas boludeces mas. Me autorizo la sal, porque es mas fácil subir la máxima que bajar la mínima, pero me mantuvo todo el resto de las restricciones (quien mierda puede querer comer maníes salados si no puede empujarlos con una cerveza?), y me dio una colección de pastillas de todos colores que, por supuesto, yo no iba a tomar... Salí a la calle y me sentía mas flojo que pito de viejo, eran las once de la mañana, y me metí en un barcito, pedí una cerveza y un tostado y me quede mirando pasar a la gente... Estuve ocho días y medio internado, ninguna de mis mujeres ni de mis amigos vino a verme y creo que ni se enteraron, la única que vino era tan ajena y se porto tan bien que no voy a consignar su nombre aquí, pero me dijo que Anibal (un amigo de toda la vida) se había enterado y le había pedido que: “Decile que se mejore, que le mando saludos”... El muy hijo de puta, cuando lo salve de todas las broncas del resto por ese carácter de mierda que tiene, cuando salí de la escuela nocturna casi religiosamente dos veces por semana a escucharle sus cuitas amorosas durante tres años y a ponerle el hombro para que llore, cuando le hice el aguante cada vez que se le derrumbo el mundo y el, desde el quilombo con Janis, me dio la espalda y se colgó de mi para lograr lo que nunca hubiese logrado por sus propios medios... Pedazo de sorete, stronzo, no hacerse diez minutos en su patética vida para arrimarse, para ver como estoy. Hasta aquí llegamos...
Comoquiera que sea, me sirvió para darme cuenta de lo solo que estaba, de lo poco que le importaba a nadie y también para ver que era consecuencia lógica de mi modo de actuar, porque yo no permitía intromisiones en mi vida desde lo de Janis y no le avise a nadie y mis constantes viajes hacían que no fuera raro que desaparezca de donde solía frecuentar por una semana o dos... A Janis, que era a la única a la que le quería avisar, a la única que estuve a punto de llamar, le hubiese hecho tanto mal (NOS hubiese hecho tanto mal a los dos) que me contuve... Empecé a madurar la idea de irme a la mierda, pensé en la gente que había conocido en mis viajes y en lo fácil que seria dejar todo e irme lo mas lejos posible de mi Buenos Aires querido y la idea me empezó a gustar... Empezó a tomar forma y a dar vueltas por mi cabeza y decidí ir hasta el río, ese río color león que es el mas ancho del mundo (como si eso le importara una mierda a nadie) para verlo de nuevo, para ir despidiéndome...
Del Hospital Francés a Retiro y de ahí a la Costanera.... El Río de la Plata tiene eso, el muy hijo de puta, tiene ese vientito con olor a sal que no es del mar y un poco a pescado. Tiene a los jubilados tomando sol, a los pescadores urbanos que van a mojar la lombriz, tiene ese sol que brilla en las ondas que hace el agua contra el paredón...
Me senté en una de las vallas de hormigón con una pintada que gritaba “AGUANTE EL DOQUE” y me prendí un cigarrillo (el primero del medio paquete diario que me habían autorizado)... En el banco de pórtland que había en frente, cuatro pendejas de cuarto o quinto año que se habían rateado y habían estado dándole besitos a una petaca de Old Smuggler, se reían a los gritos. Estaban medio borrachas y una, la mas sosegada, me miraba y sonreía de costado. Termine el pucho, le guiñe un ojo y me fui. Eran casi las tres de la tarde y brillaba el sol sobre mi Ciudad...
Estaba bastante cagado, no de morirme, pero si de quedar mal, con parálisis o medio incapacitado... Cuando me desperté, con ese gusto a perro muerto en la boca, y en medio de esa luz blanca, aséptica, espantosa, que reina en nuestros hospitales y clínicas, pensé: “Bueno, Tano, hasta aquí llegaste... Jodete, eso te pasa por querer bailar con la Parca pensando que sos especial, que a vos no te va a llevar”. Hacia un tiempo largo que estaba despierto, o eso me parecía, y no venia nadie, así que corte por lo sano, me saque la aguja de suero del brazo ahogando una puteada, la de dopamina que tenia en el dorso de la mano izquierda, el sensor que tenia en el índice de la misma mano, la faja del tensiometro del brazo derecho, los electrodos del pecho y me levante, pero estaba en bolas, así que agarre una toalla del baño y me la puse en la cintura, porque no pude encontrar mi ropa, y cole para el pasillo. Ya estaba llegando al fondo, hacia los ascensores y la calle, cuando una enfermera enorme, gorda y muy culona grito, me agarro del brazo y me llevo de vuelta a la habitación, y me largo un sermón de media hora acerca de mi salud y del trabajo abnegado de los médicos y enfermeras del hospital, bla, bla, bla... Falto que me tire de las orejas como a crío chico. Pero de lo que me pasaba y de porque me mantenían internado, ni una palabra. Me moría de ganas de fumar un cigarrillo y no venia nadie, ni médicos, ni parientes, ni amigos, ni enfermeras, ni mucamas y ya me estaba por ir a la mierda de nuevo cuando llega Guille.
Guillermo es mi medico, nos conocemos hace algo mas de un año y medio y nos tenemos mutua simpatía, pero venia con una cara de orto que “te voglio a dire”. Me dice que tuve un cuadro de descompensación en el sistema hemodinámico, que estoy muy por debajo de mi peso corporal aconsejable, que no tengo sangre, que se parece mas bien a un suero salino que a sangre de verdad (menos mal que no se parece mas al contenido de una barrica!!!), me recago a pedos por haber donado mas de seis veces en el ultimo año (yo lo hacia porque era un modo conveniente de saber que no tenia “el bicho” ni hepatitis y de paso le servia a alguien mas), que no podía ser que, a mi edad, me pasara eso salvo que no durmiera nunca y que hiciera esfuerzos desmedidos y que no era el caso porque sabia que yo era funcionario publico (parásito, que le dicen). Ahí fue donde me entere que el momento del orgasmo equivale para un varón a subir corriendo tres pisos por la escalera... Bien: Multipliquémoslo... Es mucho. Guille se empieza a reír (no se si no será un poco de envidia benigna) pero me dice que: “..dieta sin sal, medio paquete de cigarrillos al día, nada de café, no mas de dos o tres vasos de alcohol a la semana y en cuanto al sexo, vamos a hacer una prueba que requiere de diez días de abstinencia como mínimo”. Lo miro y le digo: “Por que no me das cianuro y te dejas de joder? No trasnochar, no fumar, no tomar, no coger... Matame, boludo”; pero se mantiene inflexible y amenaza con no darme el alta. Así y todo, me deja un Camel escondido en un anotador que me regala junto a un lápiz. Siempre le gustaron los garabatos que dibujo y las porquerías que escribo... Un fierro el Guille...
Pasan seis días y no me dejan ir. Todos los días, Guille me dejaba un pucho a escondidas y yo me fumaba la mitad después de almorzar y la otra mitad después de cenar, en cuanto a la prueba, la segunda mañana me levante con la sabana manchada como cuando era pendejo y, sin que pudiera evitarlo, me pasaba lo mismo día por medio. Pese a que me drogaban continuamente seguía sin poder dormir y, cuando lograba una media hora de duermevela, tenia unos sueños rarísimos, sensuales, densos. Al final me dan el alta y Guille me dice que me tengo que hacer controles semanales y que mi presión mínima esta peligrosamente cerca de mi presión máxima, que tengo un déficit linfocitario y plaquetas inexistentes, anemia y no se cuantas boludeces mas. Me autorizo la sal, porque es mas fácil subir la máxima que bajar la mínima, pero me mantuvo todo el resto de las restricciones (quien mierda puede querer comer maníes salados si no puede empujarlos con una cerveza?), y me dio una colección de pastillas de todos colores que, por supuesto, yo no iba a tomar... Salí a la calle y me sentía mas flojo que pito de viejo, eran las once de la mañana, y me metí en un barcito, pedí una cerveza y un tostado y me quede mirando pasar a la gente... Estuve ocho días y medio internado, ninguna de mis mujeres ni de mis amigos vino a verme y creo que ni se enteraron, la única que vino era tan ajena y se porto tan bien que no voy a consignar su nombre aquí, pero me dijo que Anibal (un amigo de toda la vida) se había enterado y le había pedido que: “Decile que se mejore, que le mando saludos”... El muy hijo de puta, cuando lo salve de todas las broncas del resto por ese carácter de mierda que tiene, cuando salí de la escuela nocturna casi religiosamente dos veces por semana a escucharle sus cuitas amorosas durante tres años y a ponerle el hombro para que llore, cuando le hice el aguante cada vez que se le derrumbo el mundo y el, desde el quilombo con Janis, me dio la espalda y se colgó de mi para lograr lo que nunca hubiese logrado por sus propios medios... Pedazo de sorete, stronzo, no hacerse diez minutos en su patética vida para arrimarse, para ver como estoy. Hasta aquí llegamos...
Comoquiera que sea, me sirvió para darme cuenta de lo solo que estaba, de lo poco que le importaba a nadie y también para ver que era consecuencia lógica de mi modo de actuar, porque yo no permitía intromisiones en mi vida desde lo de Janis y no le avise a nadie y mis constantes viajes hacían que no fuera raro que desaparezca de donde solía frecuentar por una semana o dos... A Janis, que era a la única a la que le quería avisar, a la única que estuve a punto de llamar, le hubiese hecho tanto mal (NOS hubiese hecho tanto mal a los dos) que me contuve... Empecé a madurar la idea de irme a la mierda, pensé en la gente que había conocido en mis viajes y en lo fácil que seria dejar todo e irme lo mas lejos posible de mi Buenos Aires querido y la idea me empezó a gustar... Empezó a tomar forma y a dar vueltas por mi cabeza y decidí ir hasta el río, ese río color león que es el mas ancho del mundo (como si eso le importara una mierda a nadie) para verlo de nuevo, para ir despidiéndome...
Del Hospital Francés a Retiro y de ahí a la Costanera.... El Río de la Plata tiene eso, el muy hijo de puta, tiene ese vientito con olor a sal que no es del mar y un poco a pescado. Tiene a los jubilados tomando sol, a los pescadores urbanos que van a mojar la lombriz, tiene ese sol que brilla en las ondas que hace el agua contra el paredón...
Me senté en una de las vallas de hormigón con una pintada que gritaba “AGUANTE EL DOQUE” y me prendí un cigarrillo (el primero del medio paquete diario que me habían autorizado)... En el banco de pórtland que había en frente, cuatro pendejas de cuarto o quinto año que se habían rateado y habían estado dándole besitos a una petaca de Old Smuggler, se reían a los gritos. Estaban medio borrachas y una, la mas sosegada, me miraba y sonreía de costado. Termine el pucho, le guiñe un ojo y me fui. Eran casi las tres de la tarde y brillaba el sol sobre mi Ciudad...
3 comentarios:
Ves, Sapito? Eso te pasa por andar con guarras, si me llamabas yo hubiera ido, sabes que hubiera ido. Quien es la Janis esa? La conozco? Besho. Maru
Y leyendo este... derrechito al radioteatro papá!!!
Creo que si, Camino... No se si estoy a la altura, pero ya me esta gustando la idea
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